De pronto podría parecer que esta pregunta no tiene sentido ¿cómo unas amigas o amigos podrían ser rivales? Pues resulta que es más común de lo que podríamos imaginar y también menos grave si nos hacemos conscientes de que esto es posible.
La amistad es una relación afectiva entre dos o más personas que se basa en valores como el amor, solidaridad, lealtad, sinceridad, incondicionalidad, compromiso y reciprocidad. Es un vínculo que debe cultivarse y su desarrollo es gradual; ya que está relacionado con la madurez de cada individuo. Ahora parece casi imposible que exista la verdadera amistad, pero tampoco es así; ya que la amistad es un don que, cuando se recibe, se puede disfrutar y hacer crecer como consecuencia de la entrega mutua y el interés genuino por el bien del OTRO.
¿Cuándo caemos en la rivalidad? Cuando en lugar de buscar el bien del otro, lo que buscamos es la aprobación del otro, sus halagos, que nos escuche, que nos respalde, que nos valide, etc… Es sencillo de entender que en la rivalidad no existe un “nosotros” lo que existe es sólo un “yo” de tal forma que el “otro”, que muy probablemente también esté buscando su autosatisfacción, no la encuentre en esta relación de dos o más egos inflamados. Este egocentrismo es reflejo de la inmadurez personal, de la falta de educación para el amor con la que crecemos, especialmente en estos tiempos en los que se ha exaltado el hedonismo, la búsqueda del placer, el rechazo del esfuerzo y del dolor, que son partes fundamentales del amor que busca el bien del “otro” en tanto que es “otro”
¿Cómo podemos pasar de la rivalidad a la amistad? En artículos anteriores hemos platicado que el único cambio posible es el propio, que no podemos hacer algo para que los demás cambien por más que nos empeñemos en ello, así es que desear que la otra persona cambie para nuestro bien es una pérdida de tiempo, un sueño imposible. Comencemos entonces por hacer un análisis serio de nuestro desempeño dentro de la relación y encontremos en nosotros la posible búsqueda de la autosatisfacción y si acaso tenemos un genuino interés por el otro, si comprendemos nuestras carencias y las suyas, si somos capaces de aceptar al otro con todo el paquete (defectos y virtudes), si realmente nos hace felices su felicidad, si nos unimos a sus causas, si oramos por esa persona a la que consideramos nuestro amigo o amiga. Si lo que encontramos en el análisis es que nos sentimos defraudados porque nos deben lealtad, apoyo, empatía o nos damos cuenta de que no se alegran con nosotros o les duele nuestro éxito, entonces tendríamos que ser muy honestos y determinados porque al no encontrar reciprocidad con nuestra entrega, lo más probable es que en esa relación no exista una amistad.
La amistad debe de ser desinteresada, servicial, sin envidias y no debe de tomar en cuenta el mal, tampoco ha de ser una competencia, sí debemos de ser competitivos, lo que significa mejorar con base en nosotros mismos; ya que la comparación no es sana, es la tumba de la autoestima y no permite a la persona ser única e irrepetible, lo que es propio de su naturaleza.
El objetivo de este sencillo artículo es animarte a construir amistades verdaderas y a que no te conformes con relaciones de rivalidad y competencia en las que encontrarás destrucción.
Hay que mencionar que es muy importante y enriquecedor encontrar una “sana distancia” con las distintas personas, en esta vida no todo es negro o blanco, ya que hay matices; y encontrar la frecuencia, confianza y compromiso en las relaciones humanas es un acierto por el que debemos apostar.