Cómo actuar en mi día a día

¿Cómo acercarme a mi hijo adolescente?

Por: Miguel Hernández

Muchos padres de familia nos encontramos de repente, de un día a otro, con que mi hijo adolescente es un ser que vive en casa pero totalmente desconocido. Dejó de comportarse y de hacer lo que acostumbraba de niño. Sus reacciones corporales me sorprenden, su vocabulario monosílabo (sí, no, quizás, nada, siempre, nunca, etc.) sólo me dice que no quiere hablarme. Su emocionalidad sube y baja de la alegría desbordante a la tristeza y viceversa (hormona mata neurona). Deja hábitos “adquiridos” en la niñez y se deja llevar por lo que llamamos vicios, malas prácticas o cosas que no me gustan. Duerme y duerme a deshoras y puede no dormir toda una noche por una fiesta, campamento o simplemente jugando. Come sin control, su apetito es insaciable con lo que le gusta, con lo que no ni lo prueba. Huele distinto, cambia su cabello, crece su cuerpo desproporcionadamente, en fin se modifica su persona en general.

Lo primero que hay que entender como padres es que nuestro adolescente vive y siente lo mismo, no sabe lo que le pasa, se desconoce, tampoco entiende del todo sus reacciones y en su búsqueda sufre, lo está procesando pero sufre.

Lo segundo que hay que entender es que nuestro hijo está viviendo cambios físicos, químicos, biológicos y hormonales, todos al mismo tiempo, unos con mayor intensidad y otros poco a poco. Esto tiene un fuerte impacto en el conocimiento de sí mismo y en sus relaciones familiares y sociales.

¡Ojo! Quienes están viviendo el proceso de la adolescencia son ellos, no nosotros, es importante que estemos al nivel de las circunstancias. Cuando este mismo hijo era bebé y nos rasguñaba cuando no podía controlar sus movimientos no nos enojábamos, mas bien nos apresurábamos a cortar sus uñas para que él mismo no se lastimara. Las reacciones de nuestro adolescente son gritos de ayuda, necesidad de una guía para convivir con sus cambios, reglas claras, límites. Por ello los padres debemos ser:

Firmes y Cercanos

La firmeza tiene que ver con que los padres como los adultos que son, vivieron su propia adolescencia (recordarla) y su experiencia debe apoyar al adolescente en su comunicación verbal y no verbal. A final de cuentas son los únicos capaces de dar la vida por sus hijos. Los padres debemos ser firmes en lo esencial (riesgo en la vida espiritual y corporal) y flexibles en lo secundario. Firmeza en el fondo, flexibles en las formas, firmes en lo que daña a la familia, flexibilidad en lo decorativo. Entender que los hijos están a nuestro cargo, que son nuestra responsabilidad y que nuestro amar es una donación constante de servicio para ellos, por lo que podemos proponer estilos de vida y comportamientos, pero la decisión finalmente es del hijo. Consentir en todo generará hijos inútiles discapacitados para amar. La firmeza tiene que ver con la verdadera convicción de los padres, con su ejemplo, congruencia, coherencia y con el hacer que hagan.

La cercanía es entender al hijo en lo que le sucede con la certeza y convicción de recomendarle el hábito, la virtud, el “bien que le hace bien” tanto para aceptar su proceso como para vivirlo con mayor ligereza. Cercanos en su necesidad, no hacerles lo que pueden hacer por sí mismos, que vean las consecuencias de sus actos o de su no hacer. Mi convicción es acompañar a mi hijo en su viaje, que camine, no cargarlo.

¿Cómo debo de acercarme? El generador de un proceso armónico para ambos es el buen humor. Que yo sea un remanso de paz para mi hijo en crisis. No debo ser persecutorio, si quiere guardar silencio respetar su espacio, no ser prescriptivo. Respetar y amar su dignidad sabiendo convencer sin manipular. Porque convencer es ayudarlo a decidir. El adolescente pone todo en duda pero si retoma los hábitos, valores y virtudes que tenía en la niñez es por propio convencimiento. Nosotros tan sólo los apoyamos en su proceso. Recuerden:

CRECER ES NATURAL, MADURAR ES DECISIÓN PERSONAL

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