En todas y cada una de las parejas hay problemas que pueden ser causados por la diferencia de opiniones y/o maneras de hacer las cosas; por la falta de comunicación; al no compartir los mismos proyectos; cuando estamos pasando por un duelo (cambios de escuela, casa o trabajo o haber perdido a un ser querido); cuando se permite que terceros se inmiscuyan en la intimidad de la pareja, por celos infundados y con más razón cuando son con motivo; cuando hay lucha por el poder; cuando los ingresos económicos no son suficientes; y muchas más razones que ponen a la pareja en confrontación.
Cuando la persona se ve abrumada por los problemas y está con mucha presión, consecuentemente puede sufrir depresión, o volverse agresiva. En cualquiera de estos dos casos se puede empezar a experimentar violencia verbal e incluso física, en casos más sutiles el alejamiento de la pareja, el desinterés, la descalificación; ya no hay deseo de pasar tiempo con el otro y le descuidamos.
Si no se hace un verdadero ejercicio de reflexión, este clima de distanciamiento puede destruir la relación haciendo que nos sintamos extraños en nuestra propia casa con la persona que elegimos para compartir nuestra vida, hasta el punto de buscar por otro lado, lastimar profundamente a quien solíamos amar y, con ello, a los hijos (si es que los hay) y a las personas que nos aman.
Es necesario hacer un alto en el camino y dejar de culpar a alguien más por lo que me pasa, finalmente el único cambio posible es el propio. Entonces, armándonos de honestidad, hemos de revisar lo que hemos hecho y dicho, cómo hemos contribuido a dañar la relación y, sobre todo, a nuestra pareja, bajo el lema de no hacer al otro lo que no nos gusta que nos hagan. ¿Qué tan avanzado está el daño?, ¿cómo me siento?, ¿cómo se sentirá él o ella?, ¿qué tanto he afectado su autoestima con mis comentarios o mis acciones? Quizás no le he alentado o no he reconocido sus logros y fortalezas; probablemente cuando hablo de él o ella frente a los demás, le descalifico, le ninguneo, o incluso ni le dejo hablar. También es factible que te sientas en el lado opuesto y seas tú quien ha sido descalificado(a) y tu autoestima esté por los suelos; sintiéndote una víctima de la relación. En tal caso las preguntas podrían ser: ¿por qué lo he permitido?, ¿es posible que me haya convenido el papel de víctima?, ¿me doy cuenta de que esta situación está afectando a mi familia?, ¿cómo puedo superar esto? Cabe pedir perdón además de trabajar en perdonar.
Si la reflexión ha sido auténtica, entonces estaremos en condiciones de reconocer las propias fallas y pedir perdón, así como de perdonar al otro; ambos retos tienen su dificultad y requieren de gran esfuerzo. Tal vez te preguntes ¿Para qué pedir perdón o perdonar? Para cumplir las promesas hechas, reconstruir tu relación, retomar proyectos comunes, apoyarse en la realización personal, para salvar a tu familia y que haya paz en tu hogar; para que todo esto te devuelva el sentido de tu vida y de tu matrimonio, para ofrecer un gran ejemplo a tus hijos y a los que te aman de lo que es tomar buenas decisiones y actuar en consecuencia a ellas.
Hay que sanar esas heridas que se han ido haciendo a través de los insultos, del desinterés, de la apatía, de la falta de comunicación, de los vicios y/o de la intervención de terceras personas. El remedio es el perdón de ida y de vuelta; tú no puedes obligar al otro a que te pida perdón, pero puedes dar el primer paso. Si tú inicias en forma unilateral y cambias el trato que has dado a un trato más digno, equitativo y cariñoso, es probable que logres, por contagio, que haya una reacción positiva, “puede más una gota de miel que litros de hiel”.
En el momento que tú logres perdonar y pedir perdón, te aseguro que experimentarás paz que trae consigo un gran gozo; un nuevo comienzo en el que tu felicidad no dependerá de lo que te quieran o puedan dar. Te será más natural agradecer cada pequeño o gran detalle de tu pareja; ser más servicial te asegurará una satisfacción que probablemente no conociste en el tiempo de la lucha por el poder; reconocer sus logros y hacer comentarios positivos te dará una gran sensación de libertad interior; y esto en conjunto te ayudará a reencontrarte con el amor.
Es curioso cómo los seres humanos queremos encontrar resultados distintos haciendo las mismas cosas o recorriendo los mismos caminos; si queremos resultados diferentes hay que aplicar estrategias diferentes. Dando dulzura, comprensión, optimismo y PERDÓN, estaremos más cerca de alcanzar aquellos objetivos iniciales de felicidad y plenitud. En verdad te lo digo, no tienes qué perder y sí mucho qué ganar; te vas a liberar y aprenderás que tu felicidad depende de lo que tú das, siembras y cultivas en tu interior, no de lo que recibes o quieres que los demás te den. ¡Inténtalo! Quedarás maravillado(a) con los resultados.
Menos psicología, menos quejas, menos enfrentamiento y más consolidación personal en el amor y en el servicio.