Despertar tarde por haber aplazado la alarma del reloj al menos 4 veces, omitir la rutina de ejercicio… un baño con agua fría, escoger lo primero del clóset aunque se repita como uniforme la ropa; de desayuno ni hablar. Gritos en casa para lograr salir en poco tiempo. El tráfico hierve en contra, aún no empieza el día y el humor ya está listo para explotar.
¿Te resulta familiar? ¿Alguna vez has pensado que hay algo que no permite que tu hogar esté en armonía? Vivir en una casa en la que surgen crisis parecidas a lo anterior en todo momento puede ser sumamente frustrante y agotador. Que sientas que todo te sale mal, que los niños no obedezcan o que reine el caos pueden tener una solución mucho más sencilla de lo que te imaginas.
Las personas somos una mezcla de lo que pensamos, sentimos, anhelamos, decimos… pero más que nada somos lo que hacemos. En un mundo ideal, todas estas categorías deberían de coincidir, es decir, deberíamos de ser capaces de pensar en algo y alinear nuestros deseos, emociones, palabras y actos para alcanzar lo que queremos… pero lo más probable es que alguno de estos, si no es que varios, no vaya en la misma dirección. Ahí nos encontramos con que somos incongruentes al no poder concretar lo que nos proponemos. ¿A qué se debe esta falta de congruencia?
Si somos lo que hacemos es importante darnos cuenta de qué hábitos tenemos y cómo ellos nos ayudan o perjudican a la hora de ser congruentes. Pero ¿qué son los hábitos? Son actos que repetimos en tantas ocasiones que se vuelven una costumbre. Es gracias a esta repetición que a nuestro cerebro le parecen cada vez más sencillos y que permiten que los realicemos casi sin pensar.
Decimos que son buenos o malos hábitos dependiendo de los valores que nos permiten ejercer al realizarlos. Por ejemplo, cuando alguien decide adquirir el hábito de correr estará practicando la responsabilidad, el cuidado, la salud, la puntualidad y muchos otros valores éticos que también se trasladan a otros ámbitos de nuestra vida. Si por el contrario comenzamos a comprar comida rápida diariamente podríamos estar ejerciendo antivalores como la pereza, el ocio, la falta de autogobierno o la gula además de poner en peligro nuestra salud.
En la infancia suelen inculcarse la mayoría de los hábitos que tendremos el resto de nuestras vidas debido a que la estructura y las reglas son más fáciles de acatar, pero por supuesto que es posible adquirirlos en la juventud y adultez. Basta con iniciarlos y repetirlos por al menos 21 días. Claro que es importante reconocer que hacer un cambio total en el hogar no se puede lograr de la noche a la mañana, poco a poco deben de irse introduciendo los nuevos hábitos que nos harán vivir en armonía. Cuando se van viendo los primeros resultados de los pequeños cambios vamos motivándonos a hacer más.
Para realizar una mejora siempre se debe de aceptar que algo no está bien. Por ello es recomendable que reflexiones un tiempo e identifiques al menos tres malos hábitos que tengas y sepas que desencadenan varias situaciones en casa y cómo podrías eliminar cada uno de ellos. Escríbelos, siempre que lo hacemos creamos una especie de compromiso que nos ayuda a ser consecuentes con la decisión que estamos por tomar. Finalmente enfócate en uno a la vez para eliminarlos.