Cómo actuar en mi día a día

El bien que me hace bien.

Por: Miguel Hernández

Indudablemente una de las actividades que más realizamos en nuestra vida, además de respirar, es la de decidir, la de elegir. En cada momento, segundo o instante estamos seleccionando, escogiendo, optando, prefiriendo ante diversas alternativas. Esto es, escogemos a qué hora despertar, qué desayunar, cómo realizar mi higiene, qué labores de casa, qué comer, qué jugar, qué pensar, qué decir, qué hacer, etc., etc. Y a cada elección le corresponden ciertas renuncias. Si prefiero un helado de limón, dejo fuera las demás opciones: el de fresa, el de zapote, el de chocolate etc. Cada elección implica una renuncia por lo que es necesario introducir en el tema a la Inteligencia.

Es decir, antes de escoger acudo a mi Inteligencia y mediante ella decido la mejor opción del momento, claro que si mi inteligencia es débil o desnutrida, el grado de error en mis elecciones será mayor. Cuidado pues la inteligencia se nutre de verdades y el acceso a la verdad es lo que llamamos aprendizajes válidos, reales, comprobables, verdaderos. No podemos preferir lo que no se conoce o lo que implica optar por ello.

A fin de cuentas es menester entender que para poder hacer uso de nuestra facultad de elegir, la libertad: el tomar decisiones que nos perjudican, que nos hacen daño, que nos esclavizan, va totalmente en contra de la libertad que pregonamos, que proclamamos, que añoramos, que defendemos y por la que luchamos. Elegir el bien en cada momento no sólo ejercita el uso de mi libertad sino que me expande como persona.

Ante diversas alternativas mi toma de decisiones requiere, además de mi inteligencia, la voluntad para realizar lo elegido. Es decir, no basta elegir el bien que me hace bien, hay que hacerlo. Muchos tenemos excelentes deseos, ideas y objetivos que nos hacen bien, pero del “decidir” al “hacer” hay un gran paso.

En la medida que elegimos y realizamos el BIEN que me hace BIEN, se genera en nuestro interior tal satisfacción del logro que nos permite volverlo a realizar con mayor satisfacción del logro; de tal manera que ante la repetición una y otra vez generamos hábitos y virtudes que nos introducen en un proceso en espiral virtuoso que desarrolla nuestra voluntad, que desarrolla a la persona conformando su carácter para conducir su temperamento, sentimientos y emociones. El logro nutre su autoestima, listo para retos mayores.

De lo contrario, elegir y hacer constantemente lo que nos hace daño, nos esclaviza y nos introduce a un proceso en espiral de deterioro, lleno de malos hábitos, vicios, antivalores y degradación tal que debilitan la voluntad, que corrompen la libertad, e involuciona a la persona debilitando el carácter; dejando aflorar su temperamento, sentimientos y emociones sin conducirlos. La falta de logros debilita la autoestima y nos deja débiles para enfrentar cualquier tipo de reto.

En el horizonte de nuestra vida, elegir el bien que nos hace bien y hacerlo, nos genera nuevos mundos alcanzables.

Las decisiones de hoy son los problemas o las soluciones de mañana.

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