Cómo actuar en mi día a día

MAESTROS VS. PAPÁS

Por: Gisela Pliego

¿CÓMO? ¿Papás quejándose de los maestros de sus hijos? ¿Maestros quejándose de los padres de sus alumnos? ¿Que se trata de una guerra o de una competencia? ¡De ninguna manera! Pero algo está pasando… Quizás no en todos los casos, pero cada vez se ve con más frecuencia esta incapacidad para ponernos de acuerdo entre padres y maestros, parece una confrontación que hace dos bandos ante un mismo objetivo.

En el ámbito de los docentes se piensa que los padres no están cumpliendo con su labor de formar a sus hijos, porque cada vez se observan más conductas irrespetuosas y sin límites, en alumnos que van desde el preescolar hasta la preparatoria; y en el ámbito social y de familia, en ocasiones (más comunes de lo que se quisiera) se percibe a los maestros como personas de poca o nula vocación y preparación, que tienen malas intenciones para con sus alumnos.

Yo me pregunto ¿Qué pasa en una barca donde cada tripulante tiene su remo y lo utiliza para golpear a los demás tripulantes o cada quien rema para el lado contrario? ¿A dónde va esta barca?

Parece broma que en los chats de los padres de la escuela se ven circular toda clase de comentarios, muy probablemente infundados, en los que se destruye la reputación de un maestro, alumno o padre de familia… y muchas de estas ocasiones se da crédito a esos “chismes”. La influencia de los mismos niños con sus comentarios en relación con la forma de proceder de los docentes ya no se cuestiona, se cree a pie juntillas. Y hacia dónde vamos con esta tendencia, a quién beneficia, cuál de los dos bandos va a ganar con el desprestigio, las críticas, el descrédito y la división.

Es evidente que en este escenario no hay ganadores, todos pierden, principalmente el niño o niña al que se ama y del que se busca su bien, ese joven que de por sí ya está desorientado y ante la descalificación de unos contra otros logra evadir la autoridad y hacer su voluntad.

Parece que me puse muy dramática en un mes en el que festejamos tanto a las madres como a los maestros; pero es precisamente por las celebraciones a las que me refiero que es tiempo de plantearnos si todavía somos capaces de dar marcha atrás y recordar lo que es el respeto (reconocer la dignidad y los derechos del otro) y conducirnos con él hacia cualquier persona, con más razón hacia las personas con quienes compartimos la formación de los seres humanos, que, como ya lo hemos mencionado, es el mayor y mejor servicio que podemos prestar a la sociedad.

Es precisamente por el amor a los hijos, a los pequeños de preescolar y primaria, a los adolescentes maravillosos de secundaria y/o a los jóvenes entusiastas de preparatoria, que tenemos que hacer un esfuerzo por ver más allá de nuestra postura y de nuestra necesidad de tener la razón. Desde una mejor disposición, podemos ser capaces de ver la valía del otro, de reconocer su labor, de ser agradecidos y de unirnos hacia el mismo objetivo al que queremos llegar “El bien de los chicos y chicas”. Que el trabajo no sea en vano, que no se anulen las fuerzas, que se consoliden ante la obviedad de que estamos interesados en lo mismo: “SU FELICIDAD”; estoy segura de que ambas partes deseamos darles todas las herramientas posibles para que construyan su felicidad ante cualquier situación.

Esto no se trata ni de mí ni de ti, se trata de ellos ¿podremos darles el ejemplo de que somos capaces de rectificar y ponernos de acuerdo por el amor que les tenemos? Qué tal un pequeño detalle, unas palabras de reconocimiento, un “tiene usted la razón”, un “gracias por su apoyo”, un voto de confianza, escucharnos con atención para trabajar en equipo, y si ya estamos muy de buenas, un “Dios la o lo bendiga”.

Me atreví a compartir esto contigo desde mi experiencia de maestra, mamá y abuelita. Con buena voluntad podemos avanzar muchísimo, se logra mil veces más con una gota de miel que con un barril de hiel.

GRACIAS

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