Tal vez todos hemos estado en este lugar, ese momento incómodo en el que creemos que todas las miradas y comentarios están sobre nosotros. Pero ¿cuántas de esas veces lo que hemos sentido era realidad?
Es un hecho que hay etapas en la vida de toda persona en las cuales nuestra mente nos hace creer que somos el centro del universo como parte del desarrollo de nuestra personalidad, un ejemplo de ello se vive en la adolescencia. Es ahí donde pensamos que toda risa, comentario y mirada está dirigida a criticarnos aunque de hecho no sea así.
Pero también es una verdad que este mal hábito de sentirnos juzgados muchas veces se debe a malas experiencias; ocasiones en las que fuimos marcados por críticas de gente que además sentíamos cercana e importante.
En el transcurso de nuestra vida nos encontramos con todo tipo de personas, aquellas que nos hacen bien y aquellas que nos hacen daño. A todos nos pasa. En ambos casos, lo importante es cómo recibo lo bueno y lo malo en mis relaciones, cómo lo percibo, cómo lo asimilo, cómo dejo que me afecte.
Sí, en efecto, dependiendo de cómo me dejo afectar por otros; reaccionaré con enojo, tristeza, llanto, risa, golpes, abrazos, irritación, etc. Es decir, el otro influye significativamente en mis comportamientos porque lo dejo, porque lo acepto, porque decido consciente o inconscientemente aceptarlo.
El gran problema es cederle “el poder” a una persona corrosiva (que destruye relaciones), a una persona tóxica (que enferma, que hace daño). Ceder el poder significa que le otorgas la posibilidad a dichas personas para hacerte sentir mal. Cuidado, en última instancia tú los dejas alojarse en tus pensamientos, sentimientos y emociones de tal modo que influyen significativamente en tu actuar, en tu vida.
También es cierto que en la vida se aprende de todo tipo de personas pero dicho aprendizaje sólo depende de ti. Es un proceso que se forja mediante la experiencia y la decisión consciente de auto educarte, es decir, de cada circunstancia, de cada experiencia obtener desde dentro de ti: lo útil, lo mejor, lo bueno, lo que me hace mejor persona.
Luego entonces, el problema ya no es sentirme juzgado sino lo que yo opino de esos juicios, qué tanto me importa lo que escucho, y observo para ser mejor, qué me hace clic y qué no, y sobre todo, cómo decido actuar al darle un cauce adecuado a mis sentimientos y emociones. ¡Yo tengo ese poder!
Oye ¿pero que sucede si tú eres el caustico, tóxico, corrosivo… en tus relaciones personales y/o de grupo? Vas a ser muy enjuiciado. Desgraciadamente, todos lo hemos sido en mayor o menor proporción durante las distintas etapas de nuestra vida. ¿Qué debo hacer?
En este contexto, observarte significa plena consciencia de tus acciones y reacciones en todo momento, en cada lugar, durante toda circunstancia de estas 3 grandes dimensiones:
1.- Tu Corporalidad – Tu Lenguaje No Verbal.
2.- Tu Lenguaje Verbal y el Escrito.
3.-Tus Sentimientos y Emociones.
Estas 3 dimensiones dicen, hablan, comunican para bien o para mal por lo que debo estar plenamente consciente de mi expresión facial, del movimiento de mis manos, de mis dedos, de mis piernas, mi parado, mi sentado, mi cabeza, mis palabras y el tono de las mismas, mis escritos, mis sentimientos y emociones; sobre todo al interactuar.
Observar no significa dominar sino aprender a darle un cauce adecuado a todo mi ser, para hacer, para decir para sentir en la justa medida, lo que yo quiero tanto para recibir como para dar mensajes, argumentos, juicios.
Finalmente puedo asegurar que al observarte aprendes a mantener relaciones familiares, de amistad, de grupo y hasta de cuates muy sanas, en la medida y en la distancia adecuada.