Cómo actuar en mi día a día

Mis papás no confían en mí.

Por: Miguel Hernández

¿Por qué mis padres no confían en mí? Me porto bien y aun así me cuestionan; tengo errores, como todos… pero que me acosen, me espíen, se metan con mis cosas, se pongan en el papel de rechazar o autorizar a mis amistades; que me observen y hablen como si estuviera haciendo algo malo ¡no es justo! ¿Por qué desconfían de mí?

Como director de Secundaria, ofrecí Talleres para Padres y Maestros en los que exponía un caso recurrente. Los profesores de primaria veían correr en los pasillos a sus alumnos y expresaban: qué lindos, qué graciosos, qué educados, etc; pero si veían al alumno de secundaria haciendo lo mismo (con su nueva fuerza, sus pies más grandes, con pasos más bruscos y pesados, y sin la típica gracia de un niño) comentaban las maestras: qué les pasa, van a lastimar a alguien, son unos inconscientes, no respetan… Yo concluía: son los mismos niños de hace unos meses, pero su cuerpo ya no es igual; están atravesando un proceso de cambio de la niñez a la juventud; sucede que el cambio físico inicia antes que el mental, el psicológico y el emocional.

Entendamos, el cambio nos asusta a todos; nos genera incertidumbre no saber lo que pasará, nos angustia no poder controlar lo inevitable, nos causa tristeza sentir que se pierde algo… que se esfuma esa niña o ese niño, para caminar hacia su juventud. Tanto el adolescente como los padres lo “adolecen”, lo sufren. En este proceso, ambos necesitan confianza; cada parte la exige sin otorgarla plenamente al otro… pues resulta que no se da por añadidura; se trabaja y se gana tras una serie de aprendizajes, heridas y triunfos que son parte del proceso.

¿Cómo minimizar los costos, reducir las heridas y aminorar los daños? ¿Cómo generar confianza mutua y transitar pacíficamente esta etapa? El reto es grande: CERO VIOLENCIA física, verbal y psicológica / emocional. Esto implica poner atención a mis palabras, a mis actos y a mis actitudes; aprender a observarme para erradicar aquello que me perjudica y perjudica mis relaciones (sí, esto aplica para ti adolescente, y sí, esto es para ti mamá o papá). “La violencia es la inteligencia de los tontos” (Miguel Hernández Meijueiro).

Comencemos por identificar y erradicar de nuestro pensamiento y lenguaje aquellas palabras generalizadoras y totalizadoras que utilizamos en estados emocionales desfavorables: siempre, nunca, todo, nada, nadie, todos. Este tipo de palabras invalidan a uno mismo y al otro, y suelen resultar en mentiras que terminamos por creer y asumir al grado de lastimarnos: “Nadie me entiende”, “Todos están en mi contra”, “Siempre haces lo mismo”, “Nada te gusta”, “Nunca obedeces”, “Todo me critican”, por mencionar algunas.

Procuremos también desechar los calificativos totalizadores: “eres un… mentiroso, irresponsable, injusto, flojo…”, y en vez de etiquetar a tu ser amado, hay que identificar y analizar el evento desde las circunstancias específicas en que se desarrolla; para así poder emitir juicios hacia el acto sin juzgar a la persona. De esta forma se descubre la raíz de cada problema y se pueden generar soluciones sin lastimar la relación humana.

Finalmente, es imperante enfatizar que, así como la AUTORIDAD se gana, la CONFIANZA se otorga y también se gana; la clave está en la coherencia y congruencia. La coherencia de una persona se refleja en su pensar, decir y actuar; y su congruencia de vida, a través de su lenguaje verbal y corporal, sentimientos y emociones. Si queremos generar confianza, debemos procurar que lo que se piensa, se dice y se hace vayan en correspondencia y en la misma dirección; asimismo poner atención e intención en nuestro lenguaje verbal y corporal, procurando un adecuado estado emocional desde donde se generan nuevos mundos de crecimiento y desarrollo en la confianza mutua.

El voto de confianza no es a ciegas, es el salario de tu actuar. Si cada uno se mantiene atento a lo que le corresponde, verás qué bien resulta para ambas partes.

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