Una de las crisis principales del inicio de la vida en pareja es descubrir quién soy en esta nueva vida y quién es el otro en relación con las labores y servicios del hogar. Asumir que el otro está formado y educado para dichas labores es un prejuicio que la realidad desmiente. De hecho, la educación que cada uno recibió en sus familias anteriores, no es necesariamente una extensión en esta nueva vida, lo que origina problemas de adecuación. Además las nuevas tendencias de pensamiento, de salud y desarrollo personal, sugieren pensar en ti como centro, trabajar en ti para estar y sentirte bien, desechando (en ocasiones) la posibilidad de que este trabajo personal sea también en beneficio del otro. Es verdad que durante mucho tiempo hemos vivido en una sociedad machista, lo que ha generado las consecuencias consabidas; hoy la mujer se ha rebelado y con justa razón… pero ¿será que la ley del péndulo nos ha llevado al extremo contrario? Si le sumamos la presión e importancia de la vida laboral remunerada, de la realización profesional individual; descubrimos que también es un factor que incide en la vida de pareja… Así pues, se recrudecen los problemas generando una verdadera crisis.
Es importante reconocer por qué iniciamos una vida en pareja, se supone que es por amor pero, si no entendemos el sentido profundo de éste, y lo reducimos al enamoramiento y a la pasión momentánea; el fracaso, en todos los órdenes (incluyendo los trabajos y servicios del hogar), será la consecuencia. Ahora bien, a pesar de nuestra educación, de las tendencias de pensamiento actuales, de la vida laboral de ambos, y de cualquier otro factor; el verdadero amor no puede permanecer en sí mismo, el verdadero amor - aún el amor propio - está destinado a ponerse en acción; y el amor en acción siempre te lleva al servicio. En este proceso descubro que en mi felicidad está implicado el bien del ser amado, que hacerle bien me realiza y me hace mejor; asimismo, al otro también le permite crecer y ser mejor velar por mi bien ¿Se ve?
La sugerencia principal es cambiar el enfoque… no es porque “tengo que” sino porque afortunadamente tengo una pareja a la cual amar, tengo un hogar que atender, y tengo un compromiso de amor que seguir alimentando. De tal forma, yo participo en las labores y procuro tu bien porque me amo y te amo; te invito a participar en las labores y procurar mi bien porque me amo y te amo… Así que ¿nos ponemos de acuerdo?
Un hogar limpio, ordenado con los servicios atendidos es un lugar agradable, de reposo, de convivencia,
de seguridad y remanso… Acordar los roles de cada uno no siempre es sencillo, pero es primordial… así
que podemos considerar:
* Aptitudes: en lo que es mejor cada uno.
* Gustos: lo que más le gusta a cada uno.
* Horarios: factibilidad real de realización.
* Reglas: lo que evita o facilita labores.
* Planes: acciones ordenadas y calendarizadas.
* Donaciones: ofrecer incluso lo que no me gusta por el bien común.
Todo acuerdo es susceptible de mejora por lo que la comunicación diaria y formal al respecto, alimentará las mejores prácticas para el logro de los objetivos.
El agradecimiento es una virtud que debe de practicarse al recibir un servicio. La práctica del agradecimiento en pareja es la semilla de la ayuda mutua, del trabajo en equipo. Una persona agradecida siempre estará dispuesta a corresponder; una persona agradecida que recibe amor está dispuesta a corresponder con amor. Y la clave de todo esto es que el AMOR no es un sentimiento, ni una emoción; el amor es acción, es la decisión diaria de entrega y servicio a otro; y cuando yo soy el otro, el amado: mi agradecimiento es donarme a mi pareja. Así, ambos nos enriquecemos y maduramos nuestro amor en el servicio.