Cómo actuar en mi día a día

Un amigo me traicionó, ahora no puedo confiar.

Por: Gisela Pliego

¿Nos hemos sentido traicionados? ¿Nos cuesta trabajo depositar nuestra confianza nuevamente después de una experiencia decepcionante?

Dentro de una relación entre amigos, parejas, familiares, compañeros de trabajo, etc., frecuentemente hay una entrega de confianza en la que esperamos y necesitamos reciprocidad y, sobre todo, lealtad. Esperamos que quien recibe nuestra confianza en una confidencia evite contar nuestros más íntimos secretos, pensamientos o sentimientos; tenemos la expectativa de que esa persona especial apoye nuestras iniciativas y/o puntos de vista; queremos y creemos que estará con nosotros en el momento que la o lo necesitemos y que será capaz de hacerlo contra viento y marea; incluso, podríamos meter las manos al fuego por alguien que actúa de manera distinta o contraria a nuestra apuesta, pero ¿Por qué razón esa persona no fue capaz de respondernos como lo necesitábamos o lo esperábamos? ¿Acaso la o lo sobrestimamos? ¿Es posible que estemos depositando nuestra confianza en forma imprudente a cualquier persona que ni siquiera se la haya ganado? ¿Estamos siendo poco cuidadosos con nuestra intimidad? ¿Es real que nadie se merece nuestra confianza?

Después de reflexionar un poco podríamos tratar de asumir que confiar es esperar que otra persona actúe como nosotros deseamos, lo que nos hace tener que reconocer que no existe la garantía de que siempre será así, puesto que hay circunstancias, interpretaciones, intereses, y demás variables que hacen que no podamos controlar su respuesta y, por lo mismo, tendremos que ser más cautos al elegir en quién depositamos nuestra confianza, estar atentos a esa persona que se la pueda ganar y corresponder. Tenemos control de nosotros, no de los demás, lo que es muy importante de tener claro.

Si ya tuvimos la mala experiencia de una traición, evitemos caer en la tentación de generalizar y decir que nadie merece nuestra confianza. Afrontemos la responsabilidad que conlleva confiar, siendo más prudentes con las expectativas que creamos, con idealizar a los demás, siendo dueños de lo que callamos y muy cautelosos con lo que decimos. Nuestra intimidad es un tesoro y entregarlo a cualquiera nos vuelve vulnerables. Si alguien no ha respondido como esperábamos, muy probablemente, es porque no tenía la capacidad para hacerlo y eso no es maldad; habría que discernir si la persona de la que nos sentimos decepcionados está en esta situación.

Lo que sí te puedo decir es que una vida sin esperanza no es vida. Sólo hay que elegir con más tino y sabiduría en quién confiamos y de quién esperamos.

Si alguien nos ha fallado es útil recordar que también nosotros lo hemos hecho, que esto no nos detenga, trabajemos en perdonar para poder continuar.

Video Postal 1 Postal 2 TOP TIPS


ir a secciones BLOG