Cómo actuar en mi día a día

Yo frente a la naturaleza.

Por: Ana Gisela Hernández

Justo cuando pensaba que estaba entendiendo la mecánica básica de nuestro planeta me encontré viendo un video de un socavón: la tierra partiéndose, tragándose toda el agua de un río, piedras y finalmente árboles enteros. Creí que esos fenómenos eran obra de la imaginación de novelistas de ficción o errores de la ingeniería del hombre… pero no, resulta que la tierra firme no es tan firme, que nuestro planeta es impredecible, imperioso, magnífico y asombroso… es más, nuestro planeta es un organismo vivo.

Cada día somos bombardeados con noticias de climas apocalípticos: sequías, inundaciones, terremotos, incendios forestales, tornados, tormentas eléctricas… y francamente, uno se empieza a sentir diminuto e indefenso ante la fuerza de la naturaleza. Pero ¿es tan hostil nuestro hogar? ¿De verdad será imposible enfrentarnos a este planeta y salir victoriosos? Primero tendríamos que plantear si realmente queremos entrar en esta batalla, no habría porqué declararle la guerra a la Tierra. Podríamos decir que en los dos últimos siglos de la historia de la humanidad nuestras acciones han parecido ser una afrenta contra ella, pero hoy nos hemos dado cuenta de que sólo hemos precipitado nuestra propia decadencia, pues el planeta al final cambiará y pasará a otra etapa de su existencia dejándonos a nosotros atrás.

Así nos encontramos con la terrible responsabilidad de haber acelerado el calentamiento global al devastar nuestros bosques y selvas; contaminando el aire y el agua; asentándonos donde no somos bienvenidos, y generando una cantidad tal de basura que estamos en serio considerando lanzarla al espacio. Queremos pensar que aún podemos hallar la forma de vivir en armonía con nuestro entorno, que aún podemos frenar un poco este mal y para ello es necesario primero hacer un cambio de mentalidad: este planeta no está a nuestra disposición, sino a nuestro cargo.

Por otro lado, poco podemos hacer para defendernos de estos fenómenos naturales porque, para empezar, no son en nuestra contra. Los fenómenos naturales son procesos de autorregulación de este gran organismo vivo que llamamos Tierra; por ejemplo, los huracanes sirven para enfriar las zonas que han sido azotadas por altas temperaturas. De manera que cuando un evento de este tipo nos alcanza no es para castigarnos por algo que hayamos hecho, es momento de aceptar que simplemente estamos ante algo mucho más grande y maravilloso que nosotros.

Pero no me malentiendan, no quiero ser pesimista, más bien quisiera que dejáramos que las cosas sean y que mientras aprendamos en el proceso. Bien reza la plegaria de la serenidad de Reinhold Niebuhr: “Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para entender la diferencia.” De poco sirve preocuparnos de lo que no nos podemos ocupar… pero entonces ¿qué podemos hacer ante los fenómenos naturales?

La respuesta es prevención, tan simple y sencillo como barrer nuestras aceras diariamente para evitar que se tapen las alcantarillas o tener nuestros documentos en orden y a la mano en caso de tener que desalojar rápidamente nuestro hogar. Pero principalmente tenemos que vivir intensamente cada día, sin la terrible sombra del miedo que nos paraliza, sin reservarnos para un mañana, sin perseguir nuestros sueños, sin practicar la disciplina que nos lleve a alcanzarlos.

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